domingo, 28 de noviembre de 2010

5# Relatos: Vacío.



Miró aterrada a su alrededor, aquello no podía estarle pasando a ella.
Todo, absolutamente todo en lo que creía se iba desmoronando poco a poco ante sus ojos y no podía hacer nada para arreglarlo.
Soltó el teléfono, que parecía no querer trabajar, y corrió hacia su casa, allí debería haber alguien. Tropezó en la escalera y cayó, dañándose las rodillas, pero no importaba. No importaba el dolor, o que todas las cosas que llevara en el bolso hubiesen caído y en ese momento estuviesen esparcidas por todo el portal. Lo importante era encontrar las malditas llaves que parecían haberse perdido. Maldiciendo entre dientes buscó y rebuscó entre sus cosas, y cuando ya estaba desesperada y no sabía qué hacer, vio como algo brillaba a escondido entre papeles, y comprobó con alegría que era lo que buscaba.
Abrió rápidamente la puerta y corrió al ascensor, que por alguna extraña mala suerte, estaba estropeado. Volvió a maldecir mientras iba rápidamente a las escaleras, sexto piso.
Llegó sin aire, le dolían las costillas, pero ignorándolo todo, abrió la puerta de su casa para encontrarla vacía.
Extrañamente vacía. Parecía como si nadie hubiese estado ahí, y técnicamente era la hora de comer… Sacudió la cabeza intentando animarse, seguro que sus padres habían decidido ir a comer fuera, y encontraría alguna nota enganchada a la nevera. Sonriendo nerviosamente se dirigió hacia ella; nada, en la nevera no había ninguna nota de aviso.
Se mordió el labio, y pensando que quizá volverían enseguida, dejó la chaqueta en su sitio y fue al ordenador a conectarse un rato.
Nadie, no había nadie conectado. Volvió a morderse el labio y empezó a mirar paginas de internet a la espera de que alguien apareciera. Media hora, una hora, dos…y nadie aparecía.
Se asomó al balcón, a respirar aire y a tranquilizarse.
Otra vez, no había nadie por las calles. Empezó a asustarse y cogiendo apenas las llaves del piso y el teléfono, Salió en busca de alguien.
Volvió a correr por las calles de la ciudad, pero por mucho que corriera, gritara, o hiciera, nadie aparecía. Las tiendas estaban todas abiertas, pero nadie había dentro de ellas.
Y caminando y caminando llegó a la estación. Completamente desierta.
Y sin poder evitarlo rompió a llorar.
Se sentó en uno de los bancos y acurrucada sobre ella misma, no podía dejar de llorar. Y poco a poco fue quedándose dormida, esperando que eso solo fuese un mal sueño.